sábado, 8 de septiembre de 2007

De marquesinas y de marketing


El marketing nos sorprende día a día, nos asedia; aparece en las calles y en los medios, sí, pero también en nuestras ropas y en nuestro cuerpo e incluso, en algunas ocasiones, hasta debajo de nuestras camas como un monstruo de la niñez. Lo peor es que si nos descuidamos demasiado se siente en nuestras vísceras en formato de virus cibernético o lombriz solitaria voraz, ustedes elijan…, yo siempre digo que lo siento cual muñeco budú, pero eso es otro tema (aquí Pierre Bourdieu no se atrevería a corregirme). Lo curioso fue que la otra vez pensé que ya no soñaba, simplemente ejemplificaba en mis sueños con una publicidad que era la copia de una ya emitida hace 20 años en Estados Unidos y reproducida en la Argentina con una voz mejicana y la música de fondo de “Función privada”. Hoy, precisamente, me desperté y creí encontrar un vínculo espiritual entre yo y la publicidad, pero lo descarté por irrisorio y ridículo –Es la borrachera que todavía me dura de la noche anterior –dije. Sin embargo, caminando a ninguna parte con un pucho en la boca me encontré pensando en “mercado libre”; en esa publicidad en la que la apertura de un paquete se vuelve una operación cuasi-mística, unos rayos del paquete evocan la iluminación, el deseo más preciado, la revelación las minas del Rey Salomón, la piedra filosofal, el quinto elemento, ¡que sé yo! Pero me imagino la cara del patético-“iluso fulano de tal” cuando un dvd pocholo o un mp4 usado aparezcan ante sus ojos; y me imagino su mueca indecible, plagada de duelo existencial cuando se enteré que el aparatejo tiene sólo 4 funciones y que las demás 254 que promociona son sólo versiones híbridas de las mismas 4 funciones…claro, después se siente mal, no sabe por qué cuernos se siente tan desdichado y sale entre desesperado y sumiso a comprarse la nueva boludez que ofrece el mercado…o va corriendo a insertarse corticoides o botox y no duda en llamar a su psicolochanta…Más allá de esto, me reprocho la falta de imaginación pero sigo caminado con la obturada vena creativa…es ahí donde pienso en las dos rubias taradas del momento: Wanda Nara y en Nicole Neuman (no, no es la sobrina del pintor seductor) ¿qué me pasa hoy?. Me preguntaba, simplemente, que llevaba a éstas a ser calcos de personalidades centrales, hollywoodenses. Es decir, la estupidez las hace promocionarse comprando modelos importados –eso ya lo hacen Tinelly y Pergolini-: una por la escena porno casera y la otra desnudándose por las pieles de animales que usó siempre…actividades ya repetidas en el gran Imperio yanqui y que ya dieron, por cierto, sus réditos (la legalidad indirecta de la pornografía y la ayuda al medioambiente tan trivial y glamorosa que resulta prácticamente inexistente para el mejoramiento de la situación amazónica, por así decirlo. La tilinguería de las clases altas se nos ofrece como verdaderos signos de distinción, de plan racional de actividades revolucionarias y de jerarquía social. Pero hay algo más que se me ocurre mientras intento pensar en otra cosa y retirar mi mirada incisiva sobre un cartel de Brahma –y no es precisamente el dios hindú-. En el mundillo de la publicidad, en un mundo de ideas transplantadas como quería Orwell, yo soy su fiel reflejo, pues pienso ahora, pasados tres minutos coma cuatro segundos, en la publicidad del rugby, de los Pumas que se van al mundial, etc., etc., pero lo curioso de ésta es que para que sea entendible es necesario retraducirla al mensaje del deporte nacional: el fútbol. A ver, en una cancha de fútbol cinco, uno de los muchachos enloquece y envés de patear el tiro libre sale corriendo a hacer un try –ni idea como se escribe- mientras los otros los miran con cara de locos. El ser hincha de fútbol se instala en el rugby, intenta masificar un deporte que, desde larga data, pertenece a las clases altas –que cuando hablan tienen una papa en la boca, como Gaudio o la publicidad de Budweiser; ven, no puedo siquiera articular un ejemplo y una narración que golpee el suelo de la realidad, de nuestra burda realidad que supimos conseguir-. Bien, el caso es que se pasa a través del prisma de un deporte otro, se intenta exaltar algo a través de otra cosa, se promete una satisfacción, un cachondeo equivalente a otra satisfacción y otros cachondeos anteriores. La pregunta aquí es evidente: ¿no es ésta la estrategia por excelencia de la publicidad? No lo sé. ¿Ustedes lo saben? ¿Cristian, vos lo sabés que andás jodiendo siempre con eso del marketing? Bueno, la cosa es que nosotros, como los peces, acaso sólo nos daremos cuenta que existe algo más allá del agua cuando tengamos un anzuelo en la boca. Muchas gracias y vuelvan pronto.

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