El domingo es el día de descanso por excelencia. Bueno no para todos, con esto de las reformas neoliberales, la flexibilización laboral y la muerte del sindicalismo, muchos trabajan este día como si fuera cualquier otro, dando gracias por tener un trabajo.
Lo jodido es levantarse y recuperarse de la resaca, o mejor dicho sobrevivir a "la nausea" que, más allá del exceso de la noche anterior, se exacerba al pensar que falta tan poco para comenzar otra semana más en nuestras posadeñas vidas. El día de descanso divino se disfruta y se padece a la vez.
La foto del hongo la tomamos el domingo pasado en el patio de Matías y Marina. Meta chori, chinchulín y vino tinto, la tarde fue un deleite entre charlas que iban a ninguna parte y que de a ratos parecían querer salvar el mundo.
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