A la gente grande les gusta decir que lo que se perdió es el esfuerzo, que hoy todo parece estar al alcance de las manos y eso hace que se pierda el valor de las cosas. Los juguetes antes se hacían de envases de lavandina y chapitas de cerveza, y se disfrutaban como si fueran comprados en una juguetería. Los chicos de hoy tienen montañas de autitos, muñequitos, power ranger, aviones, naves espaciales, robots y soldaditos, y como si fuera poco acceden a la tecnología como a los caramelos en un kiosco de barrio. Los padres se desesperan por hacer de sus hijos mejores personas comprándoles todo lo que les pidan, desde ropa y zapatillas hasta motos de 110cc. La publicidad nos bombardea con sus impactos publicitarios en la vía pública, en la televisión, en la radio, en los diarios y revistas, en todos lados, hasta en el baño. Constantemente se está marcando lo que se tiene que tener para ser y cómo se debe ser ¿Pero qué pasa con esa gran franja de la población que no puede acceder a esta sobreoferta? ¿Quién se beneficia con todo esto? ¿La sociedad de consumo? ¿El mercado? ¿Quién se hace cargo de las frustraciones que provoca la opulencia de una oferta que no puede ser acompañada de una demanda efectiva?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario