Hace unas semanas el Hijo Bobo estuvo en la ciudad de Oberá por motivos que preferimos no especificar aquí -algo inevitable-, y le llamó mucho la atención la terminal de ómnibus. Antes había un museo lleno de animales disecados, vívoras en formol y huevos de avestruces, ahora nos encontramos con una especie de placita posadeña y comercios de mala muerte. Mientras se espera el bondi, la gente convive con los mesiteros y vendedores ambulantes que apabullan con sus ofertas de relojes, fundas para celular, cigarrillos y películas truchas. Un escenario bastante distinto al que recordábamos. Nos preguntamos si cuando se mude la terminal al edificio nuevo cercano a la ruta 14 también se van a mudar los mesiteros y vendedores ambulantes o si éstos se van a adueñar del edificio viejo y a reproducirse ahí no más.
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