Nadie sabe qué mierda pasa con las monedas y realmente no hay una buena explicación para este fenómeno que, un tiempo a esta parte, a favorecido el robo de los centavos (sobre todo de los $0,05) por parte de colectiveros, kiosqueros, etc., etc. Y llegado este punto, la gente ya está cansada de escuchar constantemente: "¿te puedo dar un caramelito?" Dan ganas de dicerle ¿sabés qué? No, no quiero el caramelito de mierda, quiero mi monedita. De los choferes ni hablar, es como si con su "retención del cambio" fueran adoctrinando a los usuarios de colectivos para los futuros aumentos del boleto.
En baires descubrieron mafias de empresas de colectivos con tambores llenos de monedas (que cobraban para dar cambio) y avivados kiosqueros estratégicamente ubicados en las paradas de buss -lo que dió lugar a la excusa del boleto electrónico-, y en Misiones resultó que las monedas se pasan a Brasil para ser vendidas como metal. "Notamos que la gente pasa con bolsas de monedas, y no le podemos decir nada, es su dinero", declaró un agente de gendarmería apostado en uno de los pasos fronterizos.
La cosa es que todo esto de las monedas y la corruptela generada en torno a ellas, nos dió una idea genial -como buenos argentinos que somos-, y es que en la crisis hay que ver la oportunidad, así que si alguien necesita cambio nada más contáctese con los tutores del hijo y vamos a ver cómo arreglamos. Degamos entre el 30% y el 40%, según la cara, la onda o el escote...
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