Como lo anticipamos en exclusiva (¿Cuack? ¿Plop?) se viene la segunda parte del Festival From Hell, con nada más y nada menos que Natas. Ahi va una nota que salió en Página 12 hace un par de meses, para que vayan deleitandose mientras. En Julio, seguro que tendrán la versión misionera de la interview.
LOS NATAS CONTRA EL VIDRIO
"Ya matamos un montón de monstruos"
Un poco más heavy que sus antecesores, su flamante disco Nuevo Orden de la Libertad implica, dicen ellos, romper con el statu quo y buscar nuevos límites. “Cada cual puede ir a visitar a su mamá o asesinarla. El tema es lograr un resultado positivo que no afecte a los demás”, dice Sergio Ch. (Esta frase está sacada de contexto, eh.)
Por Mario Yannoulas
Los números son redondos: 15 años de carrera, 5 giras por Europa y 15 discos, contando todo tipo de lanzamientos, son las estadísticas de Los Natas. Pero parece no bastar con semejante alineamiento digno de brujos timadores: el trío resolvió llamar Nuevo Orden de la Libertad a su más reciente álbum, frase que el arte de tapa sostiene sobre un triángulo invertido. Hachas, manos humanas, flores y más triángulos completan la gráfica, como piezas de un bloque teórico-práctico que a Sergio Ch. –”Chotsourian es muy largo”, relaja el guitarrista, cantante y diseñador– le apasiona desdoblar.
Alguien que los haya visto en vivo habrá tenido la sensación de que intentan vincularse con una bestia indómita que procuran despertar, pero a la vez domesticar a su manera. Y hablando de fieras y rockeros viejos, Sergio elige por sí solo una metáfora que lo atraviesa en su discurso: se imagina a él y a sus compañeros, el baterista Walter Broide y el bajista Gonzalo Villagra, como tres cazadores prehistóricos a la busca de un mamut, al que pretenden cazar. “Por un lado tenemos cargas y responsabilidades fuertes, y por otro, alegría y orgullo diarios. Es como sentir que asumimos una misión en la vida, como el que vivía en una cueva con su mujer y sus hijos, y cuando venía la temporada de mamuts se juntaban con los de la cueva de al lado, afilaban el hacha y salían a cazarlos”, profesa.
Ya no es ese músico parco y distante que se muestra en el escenario sino un ser retórico, enfático. Si tiene que pararse para representar la caza del mamut, simplemente lo hace. Se lo ve ciertamente entusiasmado, y hasta adelanta que pretenden grabar Toba Trance III y IV. Walter, que también comparte sus palabras para hablar del grupo, algo más seco pero a la vez cálido, resplandece como su camarada: “Durante estos quince años luchamos contra muchos miedos. Hubo responsabilidad, huevos, intención de aprender y tirarnos a la pileta. Lo que mejor aprendí fue a perseverar, a confiar en mis compañeros, así puedo sentir que a mi lado hay hermanos guerreros listos para el combate”.
El punto de partida de este nuevo intento resulta sugerente. Nociones como “orden” y “libertad” conviven tan cerca que parecen esconder su contradicción apriorística. En el discurso de los músicos subyace cierta violencia contenida, que consiguieron desenvolver en este flamante larga duración, más volcado al heavy que sus antecesores. Y Walter bravea una vez más: “Tratamos de que ese mensaje medio subliminal que tiramos a nivel conceptual se vincule con lo sonoro. Ya matamos un montón de monstruos, y llega este disco para demostrar que no comemos vidrio, que no estamos de parte de la estupidez y toda la mierda. Queremos dar un nuevo corte de seriedad, descontrolado pero también divertido, relajado pero bajando la línea de este nuevo orden: basta de mierda, basta de que te coman la cabeza”, escupe.
“En la semana pasan días de carga. Cuando nos juntamos, muchas veces las energías caen en el mismo lugar, y la trompada es gigante. Son los eventuales momentos gloriosos que buscamos; que a los tres amigos, los que salen de la cueva para cazar el mamut, les caiga la lanza en el mismo lugar para poder volver con el pedazo de carne al hombro. Es como la responsabilidad que siento ahora de ir a buscar a los chicos al colegio, pero antes pegarme una afeitada, ponerme una remera limpia, después saludar a la maestra, llevarlos a la plaza y darles una merienda razonable”, despunta Sergio.
Tres guerreros-cazadores medio fugados de La Guerra de las Galaxias, medio de cuna stoner, medio argentos, medio salidos de la cueva, dispuestos a abrirse camino entre un bosque de obstáculos inciertos. “No te diría que somos una secta porque es un poco arriesgado. Tampoco una cooperativa, porque suena medio barrial... institución es demasiado imperialista, es más bien como una logia, un clan que integramos los músicos, los que trabajan en esto y la gente que nos sigue. Nos hipnotiza esta música, y creemos que nos puede llevar a más que escuchar el mp3, sacar la lengüita y mover el dedito”, apura.
–Arriba del escenario parecen estar cada uno en su propio viaje. ¿Cómo es ese momento en el que finalmente confluyen?
Sergio: –Lo que nos pasa es que nos cuesta un poco la interpretación. Somos tres, a veces se complica llevar a cabo un sonido tan gordo, y por eso podemos vernos un poco serios. Es cierto que parecemos cada uno en la nuestra, correteando por distintos lados al mamut, que en algún momento cae.
–¿Cuál es el concepto central del Nuevo Orden de la Libertad?
Sergio: –El concepto limpio va a bajar de acá a un año, cuando lo hayamos podido masticar y entendamos qué pasó, qué quisimos decir. Me tranquiliza la idea de que el título y el triángulo de la tapa le dan algo que pensar a cada persona. El trabajo de explicar qué pretendimos expresar se reduce, y eso quizá se relacione con nuestro crecimiento. No tiene que ver con hacer música compleja, porque si queremos que la gente nos entienda y comparta nuestro mensaje de que está todo a punto de reventar, y que si cada uno desde su lugar no empieza a hacer una diferencia la cosa no va a cambiar, tenemos que ser más directos. Para mí, ese nuevo orden implica poder tener un control y disponer, más o menos a tu antojo, de tu propia libertad. ¿Qué quiero? ¿Qué tengo? ¿Tengo que salir a buscar esto? ¿Tengo que salir a matar a no sé cuánta gente? Primero tengo que ordenar mi cabeza. La libertad está desde el vamos: cada cual puede ir a visitar a su mamá o asesinarla, puede drogarse o no, puede cuidar a sus hijos o dejarlos abandonados en una iglesia, y toda su energía tiene que ver con ordenar esas posibilidades, conjugar entre el deseo, el pecado, la guita, lo que el otro tiene y uno no. El tema es lograr un resultado positivo que no afecte a los demás.
La última vez que habían registrado temas completamente nuevos en un disco había sido en 2006 con El Hombre Montaña, y en el medio había emergido El universo perdido de Los Natas (2007), hecho de temas viejos y versiones. El sonido de Nuevo Orden de la Libertad va en la misma dirección: más profesional, más definido, más corpulento. Después de editar los Toba Trance I y II, el trío decidió abandonar la “afinación grave y pastosa” para amigarse con lo agudo y límpido. “Nos dimos cuenta de que, al ser tan oscura, nadie podía entender nuestra música. Ni siquiera nosotros mismos. A partir de El Hombre Montaña cambiamos la afinación de la guitarra, algunas cosas en los equipos, y yo empecé a cantar diferente”, ahonda Sergio.
—En cuanto al contenido, El Hombre Montaña tenía algo medio punk, pero éste vino un poco más metálico...
Walter: –La verdad es que sí, es más heavy. Si bien cada canción tiene sus partes emotivas, la cosa viene más por ese lado. No te podría decir por qué, simplemente se dio así. Estamos con ganas de sacarnos la mugre de encima, está sonando más metálico, y los discos son la foto del momento musical que vivimos, así que bienvenido ahora el metal, y supongo que luego volveremos a otros costados más tranquilos.
Sergio: –En nuestros discos da la impresión de que cada vez queda menos tiempo: estamos más cerca de que la bomba explote, de que el hijo nazca, de que la tormenta inunde. Claro, ya tenemos 35, 40 años, no somos Nerdkids. Eso se nota en el vértigo de este disco. También parecemos vivir tiempos más difíciles, y hay que abrirse camino.
–¿Tiene que ver con algún contexto en particular?
Sergio: –En parte, surge de una necesidad. Salgo a la calle y veo cosas que no me gustan. Trato de hacer algo al respecto, y como de alguna manera puedo, bajo línea. Y para mí, la línea tiene que ser cada vez más pesada, porque las cosas se desvirtúan más y más. Mirá cómo están los hospitales públicos y las escuelas; mirá cómo bombardean Franja de Gaza. Nada de eso se remedia, se repiten errores, y cuando ya lo viste, asumís la responsabilidad de querer cambiarlo.
–¿Observan ese mismo compromiso en el entorno?
Sergio: –Es difícil hablar de otros grupos, porque no estamos en la mente de cada uno. Algunos, ante el caos generalizado, eligen entretener al público, como los Decadentes, que le dan a la gente algo que nosotros no podemos, porque somos jodidos, muy serios. Después hay bandas como Almafuerte: te guste o no, Ricardo sigue ahí, yendo a bajar cabezas, haciéndole creer a todo un grupo social que todavía se puede luchar por un mundo mejor, y llama a sentir, transmite algo. Después sí, otros tendrán más de lo actual, de lo mediático, el mp3 y toda la boludez.
"Ya matamos un montón de monstruos"
Un poco más heavy que sus antecesores, su flamante disco Nuevo Orden de la Libertad implica, dicen ellos, romper con el statu quo y buscar nuevos límites. “Cada cual puede ir a visitar a su mamá o asesinarla. El tema es lograr un resultado positivo que no afecte a los demás”, dice Sergio Ch. (Esta frase está sacada de contexto, eh.)
Por Mario Yannoulas
Los números son redondos: 15 años de carrera, 5 giras por Europa y 15 discos, contando todo tipo de lanzamientos, son las estadísticas de Los Natas. Pero parece no bastar con semejante alineamiento digno de brujos timadores: el trío resolvió llamar Nuevo Orden de la Libertad a su más reciente álbum, frase que el arte de tapa sostiene sobre un triángulo invertido. Hachas, manos humanas, flores y más triángulos completan la gráfica, como piezas de un bloque teórico-práctico que a Sergio Ch. –”Chotsourian es muy largo”, relaja el guitarrista, cantante y diseñador– le apasiona desdoblar.
Alguien que los haya visto en vivo habrá tenido la sensación de que intentan vincularse con una bestia indómita que procuran despertar, pero a la vez domesticar a su manera. Y hablando de fieras y rockeros viejos, Sergio elige por sí solo una metáfora que lo atraviesa en su discurso: se imagina a él y a sus compañeros, el baterista Walter Broide y el bajista Gonzalo Villagra, como tres cazadores prehistóricos a la busca de un mamut, al que pretenden cazar. “Por un lado tenemos cargas y responsabilidades fuertes, y por otro, alegría y orgullo diarios. Es como sentir que asumimos una misión en la vida, como el que vivía en una cueva con su mujer y sus hijos, y cuando venía la temporada de mamuts se juntaban con los de la cueva de al lado, afilaban el hacha y salían a cazarlos”, profesa.
Ya no es ese músico parco y distante que se muestra en el escenario sino un ser retórico, enfático. Si tiene que pararse para representar la caza del mamut, simplemente lo hace. Se lo ve ciertamente entusiasmado, y hasta adelanta que pretenden grabar Toba Trance III y IV. Walter, que también comparte sus palabras para hablar del grupo, algo más seco pero a la vez cálido, resplandece como su camarada: “Durante estos quince años luchamos contra muchos miedos. Hubo responsabilidad, huevos, intención de aprender y tirarnos a la pileta. Lo que mejor aprendí fue a perseverar, a confiar en mis compañeros, así puedo sentir que a mi lado hay hermanos guerreros listos para el combate”.
El punto de partida de este nuevo intento resulta sugerente. Nociones como “orden” y “libertad” conviven tan cerca que parecen esconder su contradicción apriorística. En el discurso de los músicos subyace cierta violencia contenida, que consiguieron desenvolver en este flamante larga duración, más volcado al heavy que sus antecesores. Y Walter bravea una vez más: “Tratamos de que ese mensaje medio subliminal que tiramos a nivel conceptual se vincule con lo sonoro. Ya matamos un montón de monstruos, y llega este disco para demostrar que no comemos vidrio, que no estamos de parte de la estupidez y toda la mierda. Queremos dar un nuevo corte de seriedad, descontrolado pero también divertido, relajado pero bajando la línea de este nuevo orden: basta de mierda, basta de que te coman la cabeza”, escupe.
“En la semana pasan días de carga. Cuando nos juntamos, muchas veces las energías caen en el mismo lugar, y la trompada es gigante. Son los eventuales momentos gloriosos que buscamos; que a los tres amigos, los que salen de la cueva para cazar el mamut, les caiga la lanza en el mismo lugar para poder volver con el pedazo de carne al hombro. Es como la responsabilidad que siento ahora de ir a buscar a los chicos al colegio, pero antes pegarme una afeitada, ponerme una remera limpia, después saludar a la maestra, llevarlos a la plaza y darles una merienda razonable”, despunta Sergio.
Tres guerreros-cazadores medio fugados de La Guerra de las Galaxias, medio de cuna stoner, medio argentos, medio salidos de la cueva, dispuestos a abrirse camino entre un bosque de obstáculos inciertos. “No te diría que somos una secta porque es un poco arriesgado. Tampoco una cooperativa, porque suena medio barrial... institución es demasiado imperialista, es más bien como una logia, un clan que integramos los músicos, los que trabajan en esto y la gente que nos sigue. Nos hipnotiza esta música, y creemos que nos puede llevar a más que escuchar el mp3, sacar la lengüita y mover el dedito”, apura.
–Arriba del escenario parecen estar cada uno en su propio viaje. ¿Cómo es ese momento en el que finalmente confluyen?
Sergio: –Lo que nos pasa es que nos cuesta un poco la interpretación. Somos tres, a veces se complica llevar a cabo un sonido tan gordo, y por eso podemos vernos un poco serios. Es cierto que parecemos cada uno en la nuestra, correteando por distintos lados al mamut, que en algún momento cae.
–¿Cuál es el concepto central del Nuevo Orden de la Libertad?
Sergio: –El concepto limpio va a bajar de acá a un año, cuando lo hayamos podido masticar y entendamos qué pasó, qué quisimos decir. Me tranquiliza la idea de que el título y el triángulo de la tapa le dan algo que pensar a cada persona. El trabajo de explicar qué pretendimos expresar se reduce, y eso quizá se relacione con nuestro crecimiento. No tiene que ver con hacer música compleja, porque si queremos que la gente nos entienda y comparta nuestro mensaje de que está todo a punto de reventar, y que si cada uno desde su lugar no empieza a hacer una diferencia la cosa no va a cambiar, tenemos que ser más directos. Para mí, ese nuevo orden implica poder tener un control y disponer, más o menos a tu antojo, de tu propia libertad. ¿Qué quiero? ¿Qué tengo? ¿Tengo que salir a buscar esto? ¿Tengo que salir a matar a no sé cuánta gente? Primero tengo que ordenar mi cabeza. La libertad está desde el vamos: cada cual puede ir a visitar a su mamá o asesinarla, puede drogarse o no, puede cuidar a sus hijos o dejarlos abandonados en una iglesia, y toda su energía tiene que ver con ordenar esas posibilidades, conjugar entre el deseo, el pecado, la guita, lo que el otro tiene y uno no. El tema es lograr un resultado positivo que no afecte a los demás.
La última vez que habían registrado temas completamente nuevos en un disco había sido en 2006 con El Hombre Montaña, y en el medio había emergido El universo perdido de Los Natas (2007), hecho de temas viejos y versiones. El sonido de Nuevo Orden de la Libertad va en la misma dirección: más profesional, más definido, más corpulento. Después de editar los Toba Trance I y II, el trío decidió abandonar la “afinación grave y pastosa” para amigarse con lo agudo y límpido. “Nos dimos cuenta de que, al ser tan oscura, nadie podía entender nuestra música. Ni siquiera nosotros mismos. A partir de El Hombre Montaña cambiamos la afinación de la guitarra, algunas cosas en los equipos, y yo empecé a cantar diferente”, ahonda Sergio.
—En cuanto al contenido, El Hombre Montaña tenía algo medio punk, pero éste vino un poco más metálico...
Walter: –La verdad es que sí, es más heavy. Si bien cada canción tiene sus partes emotivas, la cosa viene más por ese lado. No te podría decir por qué, simplemente se dio así. Estamos con ganas de sacarnos la mugre de encima, está sonando más metálico, y los discos son la foto del momento musical que vivimos, así que bienvenido ahora el metal, y supongo que luego volveremos a otros costados más tranquilos.
Sergio: –En nuestros discos da la impresión de que cada vez queda menos tiempo: estamos más cerca de que la bomba explote, de que el hijo nazca, de que la tormenta inunde. Claro, ya tenemos 35, 40 años, no somos Nerdkids. Eso se nota en el vértigo de este disco. También parecemos vivir tiempos más difíciles, y hay que abrirse camino.
–¿Tiene que ver con algún contexto en particular?
Sergio: –En parte, surge de una necesidad. Salgo a la calle y veo cosas que no me gustan. Trato de hacer algo al respecto, y como de alguna manera puedo, bajo línea. Y para mí, la línea tiene que ser cada vez más pesada, porque las cosas se desvirtúan más y más. Mirá cómo están los hospitales públicos y las escuelas; mirá cómo bombardean Franja de Gaza. Nada de eso se remedia, se repiten errores, y cuando ya lo viste, asumís la responsabilidad de querer cambiarlo.
–¿Observan ese mismo compromiso en el entorno?
Sergio: –Es difícil hablar de otros grupos, porque no estamos en la mente de cada uno. Algunos, ante el caos generalizado, eligen entretener al público, como los Decadentes, que le dan a la gente algo que nosotros no podemos, porque somos jodidos, muy serios. Después hay bandas como Almafuerte: te guste o no, Ricardo sigue ahí, yendo a bajar cabezas, haciéndole creer a todo un grupo social que todavía se puede luchar por un mundo mejor, y llama a sentir, transmite algo. Después sí, otros tendrán más de lo actual, de lo mediático, el mp3 y toda la boludez.
Y las entradas donde las puedo conseguir? donde se venden?
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