Aquellos ídolos

Maradona es un ícono argentino que genera divisiones sociales importantes, cercanas a la puñalada furibunda y fanática. Es casi un automartir del fútbol que representa lo mejor y lo peor de este deporte, y a diferencia de Pelé sigue dando de qué hablar a los medios y a la gente. El otro día estábamos cenado entre amigos y la pregunta que pululaba en la atmósfera mundialista era justamente el acuerdo o no con la continuidad de Maradona frente a la selección y el excesivo apoyo idolatrero (como festejo del fracaso) que estaba teniendo este personaje popularmente bautizado como Dios y que hasta cierto punto se cree ser tal. Y es una opinión difícil porque genera esta dicotomía "creyente-ateo", por la cual mucha gente ha terminado en la hogera y otros tantos acallados en sus creencias. Es como dicen, si se pretende mantener la amistad y el buen clima en una reunión social mejor no hablar de ciertas cosas.
En el fondo, es como si el pueblo argentino tuviera la necesidad de aferrarse a ciertos ídolos por más que estén hechos mierda y, de quererlos vivos por más tiempo, sea mejor dejarlos tranquilos. Sino mirémoslo al pobre Charly García re empastillado, robótico, reproduciendo canciones como una maldita máquina, sentado frente al piano con esa mirada vidriosa, rodeado de custodios que controlan que no se caiga (o se levante para salir corriendo si se le pasa el efecto). Uno se imagina a la mecha diciéndole "vos tenés que facturar, loco" y toda esa gente clamando por su ídolo "controlado", bien, regordete. Y Charly diciendo "no more, no more" mientras es obligado a tragarse un coctel de pastillas.  Ya sea el músico o el futbolista es impresionante cómo les sacan el jugo... Es que los ídolos con talento real no abundan en la Argentina, sino fíjense lo que queda.