Se terminó el mundial y las revistas y páginas especializadas en tips (esas recetas en lista para una vida plena), desesperadas por aprovechar al máximo el ímpetu mundialista, comenzaron a editar notas sobre la depresión post mundial que iban a sufrir miles de hombres al encontrarse sin nada que hacer y frente al vacío de sus vidas. Volver a enterarse de que tienen trabajo, mujer y críos varios, y que el entretenimiento futbolero llegó a su fin, era razón suficiente para meterse un corchazo.
Pero entre tanto residuo mundialista hubo un suceso esperado por miles (¿o millones?) de hombres en todo el mundo, hecho que pone el acento una vez más en la calenturienta naturaleza del hombre. Estamos hablando de la promesa de Larissa. En este sentido, el comercial de AXE (sofauro) fue una profesía autocumplida.
Pero entre tanto residuo mundialista hubo un suceso esperado por miles (¿o millones?) de hombres en todo el mundo, hecho que pone el acento una vez más en la calenturienta naturaleza del hombre. Estamos hablando de la promesa de Larissa. En este sentido, el comercial de AXE (sofauro) fue una profesía autocumplida.
La modelo paraguaya cumplió y llamativamente fue acusada de traidora por sus compatriotas (algunos/as, vamos a relativizar) al posar (¿casi?) desnuda con los colores de la camiseta española en la revista INTERVIÚ.
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