domingo, 12 de abril de 2009

Pascuazo o lo que fue de la semana santa

No se puede dar muerte a los días que pasaron sin antes hacer alguna alusión al consumismo exsacerbado que se vivió en esta semana santa. Al igual que la navidad, los días de celebración religiosa -sea uno creyente o no, católico o no, lo disfrute o no, esté de acuerdo o no- van rumbo a la extinción y suplantación por celebraciones paganas que favorecen el deseo de consumo y la compra compulsiva de objetos, cosas, comida, etc. Es un fetiche, la fiesta con sentido basada en el sin sentido. El enaltecimiento del becerro de oro trasmutado en algo tan inmaterial como el consumo -el día jueves los comercios trabajaron todo el día, el hiper abrió el viernes, california se quedó sin huevos de pascua aunque los ofreció a precios elevados-. Y esto hay que decirlo sin necesidad de ponerse una sotana, chupar velas o acariciar la cruz. Es decir, no se trata de una crítica religiosa -no somos nada-, fundada en dogmatismos hegemónicos católigos religiosos, sino en la mera sensación de cambiar una cosa por otra mucho peor, que favorece y propicia cosas como la evolución del sistema capitalista hacia formas sociales mucho más atomizadas y fragmentadas, el tecnicismo y la especialización para el mercado. Hechos frente a los cuales nos metemos el huevo de pascua en la boca, la chipa y la sopa paraguaya, y seguimos cantando los números de la lotería.

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