Antes semana santa era un tema serio -y no es que ahora todavía no persista "cierta seriedad"- y el clima que se vivia o sentía era bstante distinto al de hoy en día. Obviamente, el contexto sociohistórico en el que se desarrolló nuestra infancia era otro y la iglesia católica no estaba tan cuestionada por los abusos sexuales a niños por parte de los clérigos. Abusos había solo que no salían a la luz o se tapaban con mayor facilidad, las denuncias no tenían la frecuencia ni la repercusión en los medios que se observa en la actualidad. El papa habla de ello indirectamente, como sacudiéndose de las acusaciones, y manteniendo una postura cerrada sobre el enjuiciamiento de los abusadores (¿es Dios quien debe juzgarlos no el hombre?). Una de las autoridades de la iglesia católica argentina dio a entender que tratar este tema solamente trae más violecia y odio, despierta rencores, habladurías y difamaciones, es decir, "mejor vamos a hablar de otras cosas, cosas lindas llenas de amor al prójimo no sexualizado y natural no sodomita, maripositas y flores sin conotaciones sexuales o alusinógenas que puedan dar lugar a experiencia sexuales de cualquer tipo." Vamos a dejar de cuestionar y criticar y a recuperar la credibilidad ciega en los fundamentos esclesiásticos y formas de funcionamiento del monopolio del catolicismo. Entreguémosnos a la liturgia de estos días, llenos de huevos de pascua, chipas de almidón y vino tinto mientras se dispersa la nube negra sobre el Vaticano...
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