sábado, 3 de mayo de 2008

Gabriel García Márquez mis polainas!

Recién he terminado de leer Noticia de un secuestro de Gabriel García Márquez. Hace tiempo que no leía un libro tan malo y tan sospechoso al mismo tiempo, un libro que me provoco un profundo deseo de eutanasia literaria. ¿Adónde ha quedado el Márquez de Cien años de soledad? Uno se pregunta si ese mail que anduvo circulando tiempo atrás sobre la muerte de García Márquez no era cierto. Y que en realidad, hoy día, García Márquez no es nada más que una firma industrial, un nombre asimilado por la industria yanqui, dedicado a lanzar, como los modelos en serie de la ford, productos biodegradables. De hecho, uno cuando lo lee se asquea profundamente de la obsecuencia del narrador con los poderosos de turno (los que manejan autos importados, los ascetas a dietas de tres platos, los lugartenientes del lujo), que tiende a preguntarse ¿Falta mucho para que el narrador se vuelve un personaje y le estampe un beso en la boca al presidente, a los expresidentes y todos sus allegados? El narrador escribe en clave de lamidos y sobas literarias hacia el poder.
Ahora bien, en este libro –es obvio decirlo- se narran hechos “atroces” de un secuestro: el cautiverio, la mala alimentación, la neurosis de la espera, de la muerte que puede presentarse en cualquier momento, las piezas humanas intercambiables en un tablero de relaciones políticas, la relación conflictiva en Colombia de la lucha contra el narcotráfico, la presencia de la FARC etc. El libro se centra en los secuestrados y su conflictiva lucha por la supervivencia y pone un trasfondo político en el que se dirimen las negociaciones, en teje y maneje de la jurisprudencia, por estos rehenes, mientras se van mechando miedos y certezas familiares y de los mismos secuestradores. Ingredientes estos que podrían hacer un libro interesante, pero, lamento informarles, este no es el caso. El narrador no sólo toma partido por los secuestrados (dicotomía: buenos/malos) que no solamente son inteligentísimos, triunfadores, ricos, poderosos, hijos de personajes ilustres, miembros ilustres de la comuna, bien vestidos, bellos y filántropos, crema y nata de la sociedad colombiana, fieles y enamorados de sus esposos/as, religiosos cristianos de los más devotos, sino que también les da tiempo para ser unos excelentes padres y unos incansables luchadores por el bien de la humanidad. Los bandidos, ya se lo imaginarán, son estúpidos, drogones, atolondrados, sucios, ineficaces, fantoches, absurdos, religiosos en el mal sentido del término (salvando algún que otro caso aislado que no es la norma). De esta manera, una historia que puede adentrarse en las complejidades del ser humano, termina por anularse o, lo que viene a ser lo mismo, a atenuarse en base a estupideces rayanas a lo cosmopolitan’s, a disolverse todo con una fuerte dosis de moralina.
Les doy un par de párrafos para que vomiten, pero antes les cuento que estos párrafos son pronunciados por uno de los personajes cuando es liberado después de 6 meses de cautiverio: “Muchas veces había sentido la vergüenza de que algún día la liberaran en tal mal estado”; “Damirs quiso darle unos zapatos de tenis que usaba para hacer gimnasia. Eran de su número exacto, pero con un aspecto tan indigente que Beatriz los rechazó con el pretexto de que le quedaban apretados”; “…no quería tomar un taxi con lo mal vestida que ese sentía”. ¿No les parece absurdo que un secuestrado, después de 6 meses preso, se ocupe de su aspecto, de su vestimenta? O una de las esposas de los secuestrados que empieza a salir de parranda, de fiesta por ahí, recibiendo a diestra y siniestra presentes de admiradores anónimos, pero el narrador se apresura para aclarar: “Ella gozó con la ilusión de que fueran del marido, que quizás había logado abrirse un camino secreto hasta ella desde su soledad”. Claro, se cae de maduro que desde la superficial mirada del narrador, su sentimentalismo senil –que delata su escritura que busca conservar el statu quo- que encamarse con otro que no sea el marido está prohibido, que ve una madre devota y no una tilinga que mientras el marido estuvo en cautiverio tuvo su segunda juventud…. No caben estos párrafos porque el narrador escribe en positivo, escribe para la pomposa oligarquía colombiana (¡esto no es literatura!).
Noticia de un secuestro deja en nuestras manos el burdo saldo de que los poderosos se ocupan incansable y racionalmente de nuestras vidas y que si las cosas van realmente mal no es porque ellos no quieren sino porque el mal nunca duerme, porque el mal se empeña, en una carrera a campo traviesa, en minar todas sus actividades sobre los derechos humanos y la paz mundial (¿resulta que ahora debemos pensar que CK, Mauris y Rovi se ocupan incansablemente de nosotros?). ¡Por favor! Los hijos de puta no sólo son sicarios del mal o filibusteros del Apocalipsis, también los hay en las altas esferas, también sus discursos buscan manipularnos, trasnformarnos en una masa alienada y babasónica. No hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta que las redes de poder no se manejan de ese modo, que las relaciones interpersonales se tejen en torno a estrategias que pueden estar –años luz- distanciadas del bien común y dedicadas a conservar la hegemonía de los intereses de un pequeño sector de la población. Por otro lado, la complejidad de las interacciones humanas delata muchas zonas grises, zonas en las que las transas, las negociaciones son múltiples y multiversales y que la sociedad y sus normas, pautas y códices son una trampa mortal para el principio de humanidad y no su salvación. La dialéctia, pierde su doble filo y nos encontramos frente a una pieza chabacana del discurso literario...

1 comentario:

  1. que cosa no? y bueno hay personas que van rumbo a la decadencia y este hombre como tantos otros también, esto pasa no sólo en la literatura, sino también en la música, en la pintura, etc, etc. pocos son los que se mantienen con alguna coherencia.

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