lunes, 24 de septiembre de 2007

EL Hijo Bobo visitó Puerto Iguazú



El Hijo Bobo anduvo paseando por la cosmopolita ciudad de Puerto Iguazú. Se quedó sorprendido con su dinamismo; ese constante fuir de personas de diferentes nacionalidades hasta le inquietó un poco. Eso sí, precios elevados -muy elevados, $15 un Michael Torino, ¡para caerse de culo!-y una increíble cantidad de brasileros. La vista de las tres fronteras simplemente alucinante, un poco sucio y descuidado el lugar pero el paisaje cautivante. Y no hay que olvidarse de los hippies, que a esta altura, forman parte del paisaje autóctono.

Pero al Hijo Bobo no todo le pareció maravilloso. Hubo algo que le llamó la atención de una manera diferente. En la puerta de los hoteles notó unos personajes desfachatados, sucios, muertos de hambre, vendiendo artesanías y pidiendo "moneditas". "Estos no son hippies", le explicaron más tarde, "son los antiguos propiestarios de estas tierras, los originarios", le dijeron. "Seguramente habrás notado lo felices que están, es que ELLOS son los más beneficiados con el crecimiento del turismo, son una fruta exótica para los turistas, quienes se desesperan por comprar sus productos". Entonces el Hijo Bobo se alegró por estas personas tan afortunadas, al tiempo que unos turistas franceses miraban con indiferencia -y hasta con cierto desdén- a un grupo de Guaraníes que se inquietaban por ofrecerles su "cultura" y "su historia" frente a un populoso hotel.

Al final, el Hijo Bobo se quedó con la -paradójica- sensación de que en Puerto Iguazú, todo parece compensarse con la atención "for export".

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