viernes, 20 de marzo de 2009

Algo intempestivo sobre el paro docente

Como medio totalmente independiente en lo financiero e ideológico –es decir que nadie nos da guita para hacer lo que hacemos, ni defendemos ideológicamente los intereses de nadie- nos podemos tomar ciertas libertades que otros medio locales –diarios, canales de televisión, que actualmente dependen de las publicidades y complicidades clientelares de la hegemonía política para mantenerse- no pueden. Las opiniones sobre lo que pasa en la provincia y en la ciudad de Posaá resultan cada vez más difusas ante la desinformación masiva que se circula de boca de sindicalistas, diputados, concejales, el gobernador y la vice. Se dice mucho pero se hace poco, y ese hablar hasta los codos desde la óptica oficial se traduce en un bienestar que solamente puede medirse en los sueldos de políticos y en la marca de sus autos. Todo el quilombo con yaciretá, el creciente vandalismo, los robos, el congelamiento de los sueldos, el paro docente, el adelanto de las elecciones legislativas, la coparticipación de las regalías de la soja, etc., no son más que fantasmas que flotan en la opinión pública sin llegar absolutamente a nada. No hay dónde pararse o agarrarse. Lo paradójico de todo esto es que la gente empieza a enfrentarse estúpidamente sin saber muy bien qué es lo que dice ya que no se sabe muy bien de qué está hablando o qué mierda es lo que está pasando. Cada vez tenemos que ser más hábiles para leer entre líneas y ver qué es lo que se esconde detrás de cada discurso –en cualquier esfera de la vida- y cada decisión política. Lo más aborrecible siempre –además de los políticos por supuesto- son las personas que defienden los intereses de otros para poder mantener su lugar en la red clientelar, esos idiotas con actitudes patoteras que salen a hablar en contra de todas las cosas que afectan su chacrita, su bolsillo y su corrupción. Esto se puede ver claramente en el paro docente. Supuestos ciudadanos salen a opinar sobre el trabajo de los educadores como si tuvieran una larga experiencia en el campo de la educación y fueran expertos en calidad educativa, realidades escolares e intervenciones áulicas. El problema acá es claro, pero se lo expone como una cuestión de fondo cuando en realidad es un tema central: los docentes suplentes no cobran el sueldo desde abril del año pasado, no cobraron aguinaldo ni proporcional de vacaciones –sueldo compensatorio que se paga a los docentes suplentes por cesar obligatoriamente en diciembre y nadar en la incertidumbre hasta marzo del año siguiente-, mucho menos incentivo. Solamente se pagaron horas titulares e interinas. Y ésta es gente que se la bancó sin apoyo del gremio o de la dirección de las escuelas, que se tuvo que rebuscar para poder comer y encima ir a trabajar sin que le reconozcan el trabajo. El cese en el pago de los sueldos se tapó de distintas maneras para mantener un falso clima de bienestar, sin conflictos, “todo bien” –anunciando supuestos aumentos en los medios locales-. La situación esta buena para ejemplificar lo que sucede cuando la secretaria general del gremio que debe defender a los trabajadores es diputada por el oficialismo, por supuesto que va a estar “todo bien” –deberían plantearse desafiliaciones masivas-. También es válida para graficar el clientelismo de directores de escuelas que están metidos en el gremio, se codean con el consejo o son oficialistas -por los cargos, los recursos didácticos y la infraestructura- a muerte. Ahora resulta que no se puede protestar por lo que es injusto –¿o acaso no es injusto trabajar sin cobrar?-, no se puede hacer paro para reclamar lo que es un derecho ganado (el sueldo). Las preguntas aquí son: ¿quién vive sin cobrar el sueldo? ¿Quién trabaja gratis, sin cobrar? ¿Qué pasaría si no se les paga el sueldo a los políticos, los policías, los empleados municipales, los empleados del sector judicial o de cualquier trabajo en la administración pública? La cosa explotó ahora porque les metieron la mano en el bolsillo a los docentes titulares –con eso del incentivo- sino es probable que todo siguiera igual. Los docentes siguen siendo el hijo bobo del Estado provincial, tal vez por esa sumisión extrema de autoconmiseración –del pobre- y la coerción social representada por los padres que no saben que diablos hacer con sus hijos –paro es equivalente a cerrar las guarderías-. Resulta cómico que los docentes quieran cobrar el incentivo para cambiar de auto – el secreto está en pagar el incentivo atrasado junto con el sueldo para que los que tiene las 42 horas lleguen a un salario sujeto al impuesto a las ganancias, $200 que vuelven a las arcas del Estado-, que es lo que algunos salieron a decir por ahí, de última quién dice que no pueden cambiar el auto, o nada más los políticos y gremialistas pueden hacerlo. Eso a nadie parece importarle. En este sentido, la corrupción se sostiene en los pilares repletos de estúpidos chupamedias que quieren hacer plata fácil, rápido y con el menor esfuerzo. Y si no hay unidad y solidaridad dentro y entre los sectores sociales –la misma gente- difícilmente se logre combatir contra las irregularidades del sistema de gobierno y el “manoseo público”.

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