sábado, 4 de julio de 2009

Caos, orden, creación: Natas en vivo.











Trascendental. Uno de los pocos adjetivos para definir la preformance de Natas el viernes en la Casa Paraguaya. Demoledor también podría servir (esa era nuestra primer opción), pero nos quedaríamos a mitad de camino. Es que este power trío no sólo movió a todos/as al headbanging y al pogo, sino también a un viaje interior, uniéndo a los Tobas con el Tíbet y Kyuss con Miles Davis.
Fueron más de dos horas de show con un pequeño break, por las que desfilaron no sólo las nuevas canciones del reciente "El nuevo orden de la Libertad", sino también varias de "El hombre Montaña", "Corsario Negro" y más.
Gonzalo Villagra poseído con su bajo (que por momentos parecía una cítara hindú) y arengando al público; Sergio Chotsourian (de capucha, como un alquimista) haciendo arder su guitarra y usando su extraña voz para comandar las invocaciones y Walter Broide, aporreando la batería, combinando la destreza del jazz con la furia de maestros como Dave Grohl (Nirvana/Foo Fighters/Queens of the Stone Age) que dejan su vida sobre los parches. Los equipos no acompañaron correctamente tanta potencia al comienzo del recital, pero luego, se ajustaron las válvulas, y el sonido tomó el rumbo adecuado. Mientras se llevaba a cabo la batalla (o"guerrilla", como la definen los mismos), Conan luchaba detrá de los "guerreros" contra demonios, hechiceros y tentadoras amazonas.
Luego de una decena de hits ("golpes", tal cual su traducción), Chotsourian, invitó a "un viejo amigo", "El Topo" Armetta (uno de los fundadores de Massacre, actual Dragonautas) a subir para hacerse cargo del micrófono, mientras su anfitrión tomaba la armónica, dando inicio a una incandescente versión de "El Bolsero".
El público acompañó cautivo los más de 120 minutos de show, pero la verdadera explosión se generó para los bises con "Meteoro 2028", la cual agolpó a la mayoría frente al escenario, como si se tratase de un himno (o un mantra, quizás).
Ante el "chau" definitivo, casi todos se fueron del lugar. Era demasiada energía absorvida y emitida. Había que hacer un stop para inentar continúar la noche después de semejante trance. La misión ya había sido cumplida. El ritual había vuelto a tener sentido.




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